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miércoles, 21 de octubre de 2009

SQUONK

SERES IMAGINARIOS
SQUONK
En la región de Pennsylvania, en los EE.UU., habita un pequeño ser de existencia desdichada.
El Squonk tiene la apariencia de un sapo, pero con las patas aun mas cortas, con las que recorre lentamente los caminos y veredas.
No es un ser grato a la vista, pues su piel es escamosa y esta llena de verrugas.
El pequeño Squonk es consciente de su fealdad y le duele tanto el rechazo ajeno que llora de modo incesante su triste destino.
Es tímido y solitario, pero en realidad le encantaría encontrar a alguien sin prejuicios que lo aceptara tal y como es.
Entre los arboles de Pennsylvania se escucha su desconsolado llanto, sobre todo de noche, cuando se atreve a salir de su guarida.
Algunos cazadores encuentran divertido perseguir a un Squonk.
Sus pasitos son cortos y sus huellas son fáciles de localizar.
Su llanto le delata y las lágrimas caen a sus pies formando un charquito.
En estados de tensión, el Squonk se deshace literalmente en lágrimas.
Hacer ante el una mueca de desagrado, perseguirlo o asustarle pueden ser motivos de su desaparición.
Como hemos visto, el mito del Squonk recoge y continua uno de los argumentos mas universales, el drama de los seres rechazados, por su condición física, como la historia del patito feo, el fantasma de la opera, Frankenstein o el jorobado de Nuestra Señora de París.
Y es que las sociedades cambian, pero los hombres seguimos siendo los mismos, muchas veces con un corazón cruel que discrimina a los que son diferentes y no contento con eso, además les hace sufrir sus burlas.
Dice que la siguiente leyenda ocurrió en el estado norteamericano de Minnesota.
El protagonista se llamaba J.P. Wentling y su víctima fue un Squonk.
Desde hacia varios meses el señor Wentling vivía empeñado en atrapar uno de estos ejemplares y, mientras lo conseguía, había aprendido a imitar el llanto del Squonk hembra.
Espero con paciencia una fría noche de luna llena, cuando sabía que estos seres salen a la superficie, confiados en que el frío y la oscuridad de la noche mantendrá en su casa a los humanos.
No le fue difícil escuchar su llanto y, a poco que se fijo, encontró un reguero de lágrimas que llevaba hacia un árbol del bosque.
Fue entonces cuando comenzó su genial imitación.
Se escucharon unos pasitos.
Las hojas del suelo se movieron.
Allí, bajo sus pies, un pequeño Squonk asomaba su cabeza.
Sin perder un instante, lo encerró en un saco y se lo llevo hasta su casa.
Cuando abrió la bolsa del Squonk solo quedaba un puñado de lágrimas y unas cuantas burbujas.
A. Celis Sanchez
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