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jueves, 17 de junio de 2010

ELFOS, HADAS, DUENDES...

LAS HADAS...
Para algunas creencias culturales, éstas miniaturas de la naturaleza, descienden de los ángeles rebeldes que habiendo sido expulsados por Dios del cielo, se terminaron refugiando en la tierra, los montes, los ríos, el aire, el mar, el cielo y el fuego.
Para otros, se trata del alma de los druidas que murieron; otros los sienten como héroes de la antigüedad o divinidades de otros tiempos; y hay quienes como yo que creen que pertenecen al reino de los elementales, siendo seres presentes en la cercanía de nuestra vida, que disfrutan habitando árboles, plantas y jardines.
Son pequeños e irradian una energía distinta de la humana, la animal y la vegetal, es por eso que es rarísima la vez que podemos percibirlos; siendo normal en cambio que los niños los puedan captar, jugar con ellos e inclusive llamarlos sus amigos invisibles.

Se caracterizan por su gracia, su alegría y sus ansias de colaborar con el cuidado de la naturaleza y quienes habitan en ella; siendo también capaces de hacerle la vida imposible a cualquiera que pretenda atentar contra estas o burlarse de ellos.
Los duendes son los más pícaros, pueden descontrolar la casa en un minuto, son amantes de los niños, el trabajo y el orden; disfrutan de encontrar en algún cantero del jardín, o en maceteros con flores, alguna golosina.
En cambio las Hadas son entes más etéreos que absorben la energía del universo para transmitirla a todos los individuos que necesitando algún tipo de sanidad para su vida, se encuentran afectados de enfermedades emocionales, físicas o espirituales; encantándoles que les preparemos sus ofrendas con flores, ramas y frutas.
Para el cuidado integral de la propiedad y quienes moran en ella, es indispensable poner en el parque de la residencia, una casita pequeña, de esas que se usan para los pajaritos, con un tarrito de metal adentro que contenga un poco de miel, algunos caramelos y una cinta blanca con los nombres de todos los integrantes de la familia; de esa manera tendremos a nuestros duendecitos felices y atendidos de la misma forma que ellos sin que lo podamos percibir se ocupan de nosotros.
Para neutralizar energías negativas, permitirles que colaboren en la superación de obstáculos y que impidan la llegada de quienes no se acercan a nosotros con sanas intenciones, o si sospechamos la potencial visita de ellos, colocar en el jardín un florero con agua y tres margaritas blancas, y a su lado un cesto que contenga ramitas, hojas secas, algunos frutos, todo acomodado de estética manera y lo más visible posible a la mirada curiosa de los visitantes al lugar.
Estos maravillosos seres de luz se encargaran de velar por tu cuidado y si te acostumbras a relacionarte con ellos, hasta podrás recibir de las encantadoras miniaturas, alguna llamada de atención que te evite dificultades posteriores.

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