Bosques.
El bosque es el
santuario celta, y sus árboles buscando su alimento de las profundidades de la
tierra para extenderse hacia arriba abriéndose al espacio exterior, como un
símbolo mágico de la relación existente entre los mundo superiores y el ser humano.
Hay ciertos árboles que eran la manifestación de la vida, como por ejemplo los
de la familia de los quercus, que en ellos crecían.
Uno de los más protegidos
ritual y eficazmente, es la
Encina , a las cuales se las tenía un respeto religioso y
trascendental, cargado de veneración.
Era un árbol bendito y, cuando ardía,
tenía la virtud de curar enfermedades.
Podría ser que la tradición de la noche
de San Juan sea una de las múltiples costumbres celtas adaptadas a nuestras
creencias
El Roble.
Se creía que aquellos
que pasaran por el tronco hueco de los árboles del bosque, serian preservados
de todas las enfermedades y todos los males.
El roble era el caso mas
evidente que en ningún otro, por eso se le consagraba al dios celta Dagda,
deidad creadora que encarnaba el principio masculino.
El principio femenino estaba
representado en el muérdago.
Sólo los druidas -poderosos sacerdotes galos-, con
sus podaderas de oro, y revestidos con túnicas blancas, en una ceremonia plena
de pompa y boato, podían cortar y recoger el muérdago que crecía apegado a los
robles.
La ceremonia iba presidida de un ritual consistente en sacrificar toros
blancos a los dioses, también la tela en la que se depositaba el muérdago
podado debía ser de color blanco.
Tejo.
Summerlands de
crecimiento lentísimo y puede vivir más de 1.000 años.
Todos los órganos del
teju son extremadamente tóxicos: raíces, ramas, hojas, semillas, etcétera, y lo
único inocuo, que no tiene toxina (alcaloidevenenoso) es el arilo carnoso y
encarnado (fruto), pero quitándole las semillas.
Ya nos dice Estrabón cómo los
Cántabros usaban el tejo, que llevaban siempre consigo, para entregarse de tal
manera a su jefe que prometían no sobrevivirle, muriendo con él si era
necesario.