Las fuentes han sido desde sierre uno de los refugios de los seres elementales, junto con árboles y cuevas, y por ello había que tener cuidado al acercarse a sus aguas.
Por toda Europa se repiten testimonios que aseguran haber tenido algún encuentro con un espíritu de la fuente, y muchos de estos relatos se encuentran en la Europa de tradición céltica, sobre todo en Francia y en el Norte de España
Las náyades eran las ninfas que correteaban entre las fuentes en la Antigua Grecia.
Hoy en día se las conoce de modo genérico como “damas de la fuente” o “damas de las aguas” (normalmente se trata de espíritus femeninos), pero según el lugar en el que se encuentren, reciben un nombre u otro: en Francia, fayettes, en la Gascua, banquetees y en Los Alpes occidentales, feneces.
En Asturias, ijanas y xanas; laminaks en el País Vasco francés, alojas y encantadas en Cataluña y donas d’aigo en las Islas Baleares.
Según cuenta la leyenda, las fuentes surgieron en muchos casos por las lágrimas desconsoladas de una de estas damas, hadas, brujas o espíritus de la naturaleza.
Como siempre, es el amor frustrado el motivo de estas lagrimas, una bella historia de amor que termina cuando el hombre se va y la dama de la fuente se siente abandonada.
En estos casos son ellas las que eligen el lugar en el que quieren vivir el resto de sus días, aisladas de la civilización y alejadas de los humanos.
Algunas fuentes se han formado por el deseo de un hada, al golpear el suelo con los pies, con un báculo o con una varita mágica.
En el caso de la antana asturiana, por ejemplo, este báculo esta hecho de espino y termina en una estrella luminosa, en el se apoya y con el hace brotar las fuentes.
Estas mujeres presentan una serie de rasgos coincidentes, normalmente se trata de espíritus femeninos de gran belleza y piel traslucida, ojos verdes y mirada atormentadora.
Por la noche salen a la superficie y se peinan los rubios cabellos con un peine de oro, o hilan sus madejas y la noche de San Juan adoptan una naturaleza corpórea y pueden ser rescatadas.
Esto se explica porque en muchos de estos casos las damas no se encuentran en las fuentes por propia voluntad, sino que han sido llevadas allí por un brujo o un ser con poderes mágicos, un cuélebre o un dragón, que las mantiene encantadas hasta que algún hombre las desencante.
Las “encantadas” se reconocen fácilmente por el hilo de oro con el que se encuentran atadas al fondo de la fuente.
Los espíritus de las fuentes han demostrado tener mucho poder sobre las aguas…
CONTINUARA…