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viernes, 11 de septiembre de 2009

LA SAL

EMBLEMA DE LA INMORTALIDAD
LA SAL
Los antiguos, al darse cuenta de que la Sal era incorruptible, la nombraron emblema de la Inmortalidad.
Su nombre procede de Salus, la diosa romana de la Salud, a quien los griegos llamaron Higeia, y los druidas EIR, y, al muchos los días reservados como fiestas en su honor, en los que la Sal era ingrediente de mucha importancia ceremonial, es fácil entender como las tradiciones se fueron acumulando en su derredor.
El hecho de que la Sal predijese, al humedecerse, la llegada de tiempo húmedo -como la mayoría de la gente sabe por las algas marinas, que actúan como el mejor barómetro- fue reconocido en tiempos remotos.
Las enfermeras. en honor de la diosa Salud, suelen poner un pellizco de Sal en las bocas de los recién nacidos -hoy en día, se emplea el bórax, que no es sino una Sal, como prevención contra las aftas-, y cuando pare una vaca, se debe echar una pizca de Sal en el primer cubo de leche que se ordeñe de ella.
Los griegos y los romanos eran sumamente puntillosos con poner Sal en sus tartas de sacrificios, echando también Sal en los fuegos de los altares.
Cuando se permitía que algo tan sagrado como la Sal cayese al suelo, la negligencia despertaba la ira de Salus, lo que conllevaba mala suerte, de donde procede la costumbre de decir que algo aciago ocurrirá cuando se derrama Sal.
Con toda probabilidad también influya en esta costumbre el hecho de que ningún amuleto debe jamás tocar el suelo.
La importancia de la Sal se mantuvo mucho tiempo después de olvidado el culto a Salus.
Hasta casi la actualidad -y ciertamente, a lo largo de toda la Edad Media-, la mesa de los nobles se encontraba dividida en el medio por un gigantesco salero.
Quienes se sentaban por encima de él eran el amo y sus invitados; la gente humilde se sentaba debajo.
"No vale ni la Sal que toma" constituye un conocido dicho que se remonta a la época clásica, cuando se quería decir con ello que no merecía la protección de Salus.
En Escocia e Irlanda existía la costumbre de colocar una bandeja con una pizca de tierra y otra de Sal sobre el pecho de un muerto reciente.
La Tierra representaba el cuerpo, que se corrompía, y la Sal, el espíritu, que era inmortal.
E. Villiers
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