Desde la noche de los tiempos, los mitos solares pertenecen a las fuerzas trascendentes luminosas y son portadores de un mensaje misterioso que establece el triunfo de la luz sobre la oscuridad.
Estas alegorías, que se encuentran en todas las civilizaciones del pasado, reflejan la eterna lucha entre el bien y el mal, la luz y la oscuridad -elementos simbólicos que tras el mito esconden la ciencia hermética-.
El hermetismo es una filosofía, una religión, un esoterismo o una espiritualidad en busca de salud para el espíritu, pero que supone el conocimiento analógico del cosmos.
La salud pasa por el conocimiento.
Esta visión hermética y, en algún caso, portadora de una concepción arcaica que se pierde en la noche de los tiempos, la encontramos inscrita en el complejo abacial del Monte Saint-Michel, cuyo edificio principal fue levantado en el siglo XII.
Un lugar de poder, sagrada para los druidas que le dieron el nombre de Mont Belaine, el Mont de Lugh-Belenus, dios luminoso de los celtas relacionado con la leyenda mítica de San Miguel atravesando al dragón.
Si analizamos este relato simbólico podremos descubrir que la figura de este héroe legendario es asimilable a Horus (mitología egipcia), a Zeus, a Apolo, a Cadmos, a Hércules, a Jasón (mitología griega) y a Sigfrido (mitología celta), que son todos otros tantos arquetipos de la luz.
En pocas palabras; Miguel, el arcángel solar, representa, en perfecta analogía con Apolo, la luz, la fuente luminosa que domina sobre la energía de las tinieblas, constituida por la Tierra (materia pesada) y representada simbólicamente por la serpiente astral Ourouboros o Uroboros.
Pero este valor negativo se ve atenuado por las energías cósmicas y mágicas positivas que son liberadas por la Tierra.
No es casualidad que algunos santuarios dedicados a San Miguel, y específicamente este de Monte Saint-Michel, se levanten en alturas próximas al mar y en grutas, porque se trata de lugares paganos utilizados en los cultos druidas a fin de aprovechar sus propiedades, a veces terapéuticas, durante las ceremonias de iniciación vinculadas a la Madre Tierra.
El dragón, engalanado con una simbólica sombra, representa al temible Guardián del umbral, el Señor de la materia y Príncipe de este mundo.
Su impronta energética vinculada a valores oscuros lo ha puesto en la antítesis de las fuerzas de la luz.
El Mont Saint-Michel es a todos los efectos un guardián de la luz, el que impide a las tinieblas aniquilar las corrientes luminosas y está en simbiosis con el arquetipo de San Miguel.
Se trata de un mito que nos llega desde muy lejos.
En el Yucatán, en México, han sido descubiertos fragmentos de esta simbología solar relacionada con los "Caballeros de la Luz", los Chac, que son representados armados con sus espadas o con machetes encendidos.
El Sol inmortal nace y fecunda, disipa las tinieblas y su fuerza vital regenera y da vida.
Auto: Stefano Mayorca