Todos los lenguajes religiosos han utilizado la piedra, puesto que está considerada material "eterno", capaz de resistir el paso del tiempo.
La piedra deviene expresión simbólica de la relación entre lo terrenal y lo divino, el omphalos, el punto focal para el contacto entre el ser humano y la divinidad, el lugar privilegiado para la plegaria y para encontrar y recuperar el contacto con el ser supremo, que para los wiccanos es la Antigua Diosa.
Si nos detenemos a examinar las creencias, las leyendas y las tradiciones del patrimonio mítico común alrededor de los macizos considerados sagrados y terapéuticos, constataremos que existen algunas causas en la base del proceso de sacralización de una determinada piedra.
En primer lugar, la forma del macizo, cuya morfología, en particular el antropomorfismo o el zoomorfismo, puede constituir una huella de lo divino.
En segundo lugar, la presencia de signos que puedan atestiguar el proceso de desgaste antrópico de un macizo en tiempos lejanos por medio de grabados rupestres, también de diferentes épocas, o bien copelas, cruces y escritos.
En la tradición popular, estos signos siempre se han vinculado al universo mítico y sagrado de las antiguas religiones paganas.
Según la tradición en general, las piedras sagradas pueden moverse por sí solas, son capaces de girar y de volar, especialmente con motivo de algunos momentos del año que presentan conexiones con festividades estacionales paganas.
A menudo, para asegurarse un efecto en particular, en la mayoría de los casos vinculado a la fertilidad y la curación, la tradición popular, sugería la interacción directa con la piedra: se pasaba del simple contacto físico al deslizamiento, al paso de recién nacidos por algunas grandes fisuras, hasta la unción ritual o la introducción de flores o de líquidos inflamables en recipientes adecuados excavados en la superficie lítica.
Un vestigio de esa relación ha pervivido en las prácticas rituales que revelen el contacto físico entre la persona y la superficie lítica: por ejemplo, la acción de tocar o frotar el cuerpo con una determinada piedra, o la costumbre de deslizarse por estas piedras para asegurarse la fertilidad.
En el deslizamiento, presente en muchisimas tradiciones folclóricas, notamos la relación que existe entre la piedra, que tiene un papel activo, y la fecundidad femenina.
En la piedra, de hecho, según el panteísmo, está presente un espíritu de la naturaleza, una divinidad.
Estos son vestigios de cultos primordiales hoy totalmente perdidos, que no pueden hallarse en las fuentes históricas, en las que se refleja solo el sustrato cultural de estas prácticas, divulgadas cuando el ser humano y la divinidad se encontraban a través de la piedra, dialogando mediante signos y símbolos.
C. Wallace.