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domingo, 8 de febrero de 2009

CARNAVAL

CARNAVAL

Las fiestas, las tradiciones, las practicas vinculadas al Carnaval son muy abundantes y presenta a menudo peculiaridades propias y profundamente diferentes unas de otras; por consiguiente, al ser materialmente imposible describir todos los "carnavales", proponemos algunas breves indicaciones sobre el sentido general de la tradición carnavalesca. Carni vale, o carovale, o asun carne levamen, o incluso carnalia, o currus navales, son diversas expresiones, no del todo fiables, para recordar una única manifestación cuyo ritual, pagano y cristiano, convive en una simbiosis formada también por los ecos de los cultos primaverales ya extinguidos.

La ritualización del fin de las existencias invernales que precedía al inicio del periodo de escasez anterior a la estación buena (periodo convertido en la Cuaresma en la tradición cristiana) se transfirió al sinónimo de fiesta, de triunfo de la exaltación de los bienes materiales antes de su abandono, a la espera de otro periodo rico de nuevos frutos, indispensables para continuar el ciclo existencial terrena.

El momento del “pecado”, la apoteosis de los “pagano” antes de la purificación, elementos nuevos procedentes también de la cultura externas de diversas comunidades En la base de las festividades carnavalesca hay un humus complejo, en el que el viento de la memoria evoca tiempos lejanos asociándose a la tradición ritual de las Saturnales romanas.
Con frecuencia, el carnaval ha adquirido antropomorfo, se ha convertido en un ser animado en el que han confluido los modelos rituales de un pasado nunca completamente perdido y profundamente enraizado en la tradición de la cultura popular.
El momento actual de agregación colectiva renueva una oportunidad para volver a encontrar los propios orígenes y adquirir de nuevo aquellos tonos casi mágicos que han acompañado, hasta el surgimiento del primer cristianismo, las manifestaciones culturales anteriores.
Los rituales que en la tradición popular presentan motivos comunes (e los que podemos encontrar una serie de elementos para remontarnos a los orígenes de la fiesta) proponen una intensión de renovación, de renacimiento, y encuentran en la celebración un eslabón perdido entre el estadio anterior y el futuro.
En la base de la tradición carnavalesca, por tanto, hay una necesidad de renovación, de purificación, llevada a cabo en el paso de un estadio a otro.
En la psicología colectiva, el deseo de renovación periódica, eliminando el peso de un “mal” acumulado, es una necesidad urgente, imprescindible pera propiciar el futuro. A menudo estos periodos adquieren ritmos paralelos al calendario agrícola.
Cabe destacar que el carnaval ha seguido estando encajado en el año litúrgico cristiano, si bien de hecho este ultimo, mas allá de las coincidencias simbólicas, no resulta ya vinculado a los ritmos d e la naturaleza, sino que se relaciona mas bien con una historia de salvación que une a los fieles. Así pues, es difícil buscar una conexión concreta entre “nuestro carnaval” y las manifestaciones rituales de un pasado arcaico, en el que tuvo oportunidades concretas para madurar y consolidarse.
Como se suele indicar, tal vez son las Saturnales romanas las fuentes más antiguas que se puedan establecer como origen a partir del cual se fue consolidando lentamente la tradición del carnaval occidental. De cualquier modo, queda el hecho de que las interpretaciones del carnaval son múltiples, así como son innumerables sus modificaciones en los contextos singulares en los que ha encontrado afirmación y difusión.
En su reiteración en el seno de un ritual definido, el carnaval es vivido como un ciclo eterno y repetitivo, basado en acontecimientos inscritos en la naturaleza, recibida como lugar normativo de la divinidad y estructura conectiva de los mismos comportamientos humanos.
Aun con una observación superficial, uno se da cuenta de que el carnaval ha debido armonizarse con la simbología y las recurrencias cristianas, manteniendo inevitablemente elementos de ambigüedad y de disonancia con respecto a los valores del calendario litúrgico, en cuyo interior ha permanecido de alguna forma contenido.

Magia Wicca. Cristopher Wallace.

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