EL ÁRBOL DE LA VIDA (PARTE II)
Raramente un árbol ha entrado a formar parte de una tradición ritual únicamente por sí mismo, sino que siempre ha sido porque se revelaba como vía.
En el centro del Paraíso Terrenal se encontraba el "Árbol de la Vida", al que Dios judiecristiano habia otorgado el poder de conservar la vida del ser humano protegiéndolo de la muerte (Génesis 2.9).
En esta metáfora podemos distinguir el arquetipo del árbol depositario de los secretos de la medicina, capaz de ofrecer a los humanos los medios para curarse de las enfermedades.
Si bien aún cargada de un aura sagrada, esta peculiaridad sanadora contiene una fisonomía práctica propia en el interior de la gran tradición fitoterapéutica, ya sea la directa del cuidado tout court, como la orientada hacia el mundo mágico.
Como ya hemos apuntado, pensar en la historia de las religiones es un buen modo de descubrir la importancia del árbol en el amplio universo de lo sobrenatural, pero también puede ser, a través de un análisis más profundo, la oportunidad para distinguir las claras huellas de un enfoque terapéutico.
Un caso emblemático es el de los druidas, que han provocado el nacimiento de muchas tradiciones y prácticas cada vez más enfatizada por la tradición popular.
Tengamos en cuenta que la fitoterapia es una ciencia muy antigua; probablemente se trate de la única práctica médica que ha acompañado durante milenios la historia del ser humano.
Nos los confirman las fuentes más antiguas y, sobre todo, la arqueologia, que demuestra con datos objetivos que primero los chinos (10000 años a. de C.) y después los egipcios utilizaban recetas de base vegetal para curar algunas enfermedades.
C. Wallace.
